En la década del cuarenta edita sus dos primeros poemarios, Romancero canario y A la sombra de los cuervos. En ellos muestra la isla como mero paisaje geográfico levemente transfigurado por metáforas previsibles. En los años cincuenta, escritores y artistas tinerfeños viven en una deprimente situación sociocultural. Algunos críticos los han reunido bajo las elocuentes expresiones de Generación del Bache o Generación Escachada. Rafael Arozarena e Isaac de Vega quedan incluidos en ese conjunto aunque conforman también, junto con Antonio Bermejo, José Antonio Padrón y Francisco Pimentel, el Grupo Fetasiano.
Rafael Arozarena publica en 1959 Alto crecen los cardos; parece haber descubierto que la isla es un universo por donde transcurren los misterios de la vida. Una de las funciones del poeta consiste en desvelarlos. El hombre ha de morir para que
pueda nacer el poeta. Es la muerte un renacimiento a la vida auténtica. Con el nuevo libro que entrega de 1964, Aprisa cantan los gallos, expresa las fatigas del tiempo histórico que había concedido una España de embuste. También probará aquí que la vida es un milagroso acontecimiento que puede alzarse fuera de la geografía y de la historia de los hombres. Nace así un territorio entrañable y entrevisto desde una nueva disposición existencial.
En el conjunto de la obra de Rafael Arozarena se establecen dos etapas notablemente diferenciadas. El punto de inflexión lo marca El ómnibus pintado con cerezas, publicado en 1971. Este libro mantiene el tema existencial e incorpora la escritura surrealista. Las obras anteriormente referidas conforman un primer estadio o zona de inmediata inteligibilidad. Los libros fueron ofrecidos mediante una escritura que levanta un mundo literario accesible. En esta vertiente de inmediata comprensión se incluye la conocida novela Mararía que, aunque editada en 1973, su momento de ejecución se retrotrae a la década del cincuenta.
En su quehacer novelístico acusará análogas novedades que las presentadas en su obra poética. Cerveza de grano rojo, novela publicada en 1984, es la muestra también de un nuevo discurso un tanto hermético. Es la puesta en escena de una danza alucinante que marca sus pasos por un territorio inicial de ensoñación y los prosigue, en una segunda parte, por la ruta de una realidad sujeta a unas circunstancias históricas en las que se introducen asuntos de penosa tragedia humana. Dispone también de otras muestras narrativas. En el transcurso de 1948 a 1960, Rafael Arozarena fue publicando en el periódico tinerfeño La Tarde una decena de cuentos que se sitúan en esa zona más “comunicativa” de su primera etapa. A partir de la década del setenta ofrecerá, en revistas y antologías, unos pocos relatos que se encuadrarán en esa otra órbita renovadora y de escritura experimental. La obra narrativa de Rafael Arozarena contiene otros títulos: los de las novelas juveniles La garza y la violeta (1996) y Fantasmas y tulipanes (1998). En el año 2008 ofrece la novela Los ciegos de la media luna. Queda, por ahora, inédita y pendiente de edición la novela El señor de Faldas Verdes. En todas sus narraciones impone su ya mencionada concepción literaria: infundir en lo real la conveniente carga de misterio.
En 1977 entrega su poemario, Silbato de tinta amarilla. Los contenidos poéticos reclaman de nuevo la presencia de la isla. Pero ahora la isla se va a ofrecer con diferente hechura. La realidad creada por la poesía se emancipa y cobra impulsos en
virtud de la musicalidad de las palabras. Todo se va moviendo de acuerdo con una conciencia febril y entregada a un mundo de inaudita y espontánea expresión. En el año 1985, con el poemario Desfile otoñal de los obispos licenciosos, se confirma la distancia que el poeta pone en relación con todo aquello que se constituya en un valor tasado por la sociedad. El poeta abandona ese viaje de energías inútiles que la historia promueve. En 1989 ofrece Amor de la mora siete. Las variantes del anagrama funcionan de tal modo que, al tratar descriptivamente la fruta, se deslizan de manera incontenible los sentimientos amorosos.
En Fetasian sky (2003) el poeta intenta expresar, en parte, los complejos fenómenos que han definido y acuciado a la humanidad del siglo XX. Se afana por obtener una auténtica creación de cosas, tal como lo concibiera el creacionismo. El siguiente título Coral polinésica aparecerá incluido en Poesías completas, libro publicado en 2004. Quiere dar con el universo insular: isla de islas. No hay, por tanto, absoluta fidelidad a una isla en particular pues se vive con la presunción de sentir un territorio de índole espiritual. Los poemas proyectan la idea de todas las islas que existen por el mundo. En 2008 se publica el último poemario, Poliedros del mar. Aquí no hay tema de un mar preestablecido; el mar está por hacerse y se hará en cuanto entre en relación íntima con una conciencia que lo ha observado, exterior e interiormente. Mar de afuera y de adentro. Geografía marina y mar de cultura y vivencias de mar en donde pueden perfectamente concurrir los pasajes vigorosos de la odisea o las resonancias poéticas de un marino cementerio.
Rafael Arozarena es un autor polifacético que, bien sea por los caminos de la novela o del poema, bien sea considerando los espacios literarios del mar o de tierra adentro, bien desde los paisajes concretos o desde los de la imaginación, con todo ello ha intentado dibujar un universo literario. Sabe que no dispone de otra materia que no sea la verbal; dispone de un muestrario de imágenes un tanto insólitas que no se rinden a la mecánica rutinaria de la expresión. El uso de las formas en total libertad le sirve como energía y le confiere el impulso necesario para poner en movimiento el proceso de la creación poética.
Este autor tiene la convicción de que un poeta lo es cuando logra dar curso a las transformaciones que ocurren en el plano de la realidad. Esa transformación la valora como un fenómeno fundamental y necesario. Transfigurar la realidad, el mundo y las cosas no es, por tanto, un acto gratuito de la imaginación; es una demanda que se le hace a la imaginación para que, más allá de la costra de lo real, encontremos la verdadera esencia, una más íntegra realidad, libre ya de su máscara física habitual.