Rafael Arozarena

De Coral polinésica

El pobre pobre de Juan Bay el loco loco de Juan Bay vivía de la libertad que le daba el libre libre de Juan Bay su caramillo cancionero su mirlo posado al hombro de su risa de agua dulce su rebaño de cien mujeres el rayo dentro de la botella el fuego esculpido de su voz un as de oro en el bolsillo verdes sus manos de hierba repartían la esperanza de sus mejores mentiras entre los dioses sus amigos.

El pobre pobre Juan Bay. El loco loco Juan Bay. Enriscado como un guirre tocaba el cielo a diario, hacía el amor cien veces, pintaba corazones en las tabaibas los dibujaba con cal sobre el basalto comía tierra dulce con miel y leche y no lloraba nunca ni se quejaba por tener tantas cosas.

El pobre pobre de Juan Bay. El loco loco de Juan Bay.

Dóciles las hormigas le seguían los pasos hasta la fuente le hacían cosquillas en los pies para construirle la risa en la siesta mientras las abejas le pintaban el cuerpo de miel. No tenía paredes su palacio ni puertas para entrar o salir. El habitante estuvo siempre en su interior. Con su rebaño de cien mujeres vestidas con piel de cabra. Con su mirlo posado en el hombro, el fuego esculpido de su voz, sus manos de hierba verde, el naipe de la suerte en el bolsillo y el rayo dentro de la botella.

Sobre una laja de basalto la única palabra que atinó a escribir: BIDA

El pobre pobre de Juan Bay. El loco loco de Juan Bay.

Antes de morir supo de su riqueza y su cordura.

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