Rafael Arozarena

De Desfile otoñal de los obispos licenciosos

CARAVANE

Dedos gemantes

avariciosas ruedas

pasaron las nubes hacia el sapo reventón panza de banco.

Ya no queda con brillo ni el cristal de una copa

y el menos tonto descolgó su sombrero del cielo

Entró un aire y salió como lo vi

mecha de azufre

mientras llamaban de la colina

–ella gritaba en la colina

la novia más inútil eterna y llamando–

Miren yo

arranco las azaleas muertas en el camino

y conservo mi adición al ópalo que es nada.

Aquí la puerta de mí, vacía

como una choza vacía señores mis amigos vean

pantalón de río, alguna piedra de ópalo,

oyéndola

eterna y llamando.

Quedaré toda la noche

sí, mis padres metálicos.

Esta noche el buey de las estrellas permitirá su doma.

Seguid vosotros el camino.

Ella tiene los cabellos alzados hasta el oro

las uñas hincadas en el cielo de metal

grita sin perdón mi nombre desahuciado.

Entre las naranjas de California marcharon mis hábiles maestros

dulces lunas en caravana hacia el sol de los hombres.

Todas las aves abanican hacia el norte

y yo estaré en mi galera

con una piedra de ópalo en el bolsillo

esperando que se acabe el queroseno

Amigo

esta noche no me importa

que la fiesta se celebre en otra parte.

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