VI
Altos crecen los cardos,
brillantes y espinosas
inútiles espuelas
para ti, isla muerta,
tiempo, caballo muerto.
Altos crecen, se clavan
cual encendidas uñas
en esta carne inmóvil
que yace desterrada,
en estos ojos ciegos
abiertos todo el día,
en esta mansedumbre
de todos los humildes.
Mirad corceles mancos,
mirad aves sin alas,
mirad hombres heridos
clavados en la espina
del cardo luminoso.
Y aquí en los pies, la tierra,
la dura infértil roca,
y aquí en los ojos alas
ardiendo en tantas luces.
Nos ha tocado en suerte,
de tierra sólo un puño;
de cielo, todo el cielo.
Inútil es la espuela.
El hombre sigue muerto
y aquí la dura aulaga
corónalo de espinas.
La voz inútil queda
sangrando en el espacio,
girando enloquecida
con piedras y reptiles,
con pájaros y huesos.