Pedro Álvarez de Lugo

Ilustración del Sueño de la décima musa mexicana más despierta en el que todos los ilustres desvelos, para desvelo de muchos, da luz a sus tinieblas cuanto le ha sido posible el licenciado don Pedro Álvarez de Luego Usodemar, abogado de la Real Audiencia Canaria

Ilustración del Sueño de la décima musa mexicana más despierta en el que todos los ilustres desvelos, para desvelo de muchos, da luz a sus tinieblas cuanto le ha sido posible el licenciado don Pedro Álvarez de Luego Usodemar, abogado de la Real Audiencia Canaria

Dase la razón que tuvo el autor de esta ilustración para hacerla al Sueño que compuso la docta, ingeniosa Madre Juana Inés de la Cruz, monja profesa en el Monasterio del Señor San Jerónimo de la ciudad de México.

Leyendo la docta, elevada censura que hizo al Segundo Tomo de las Obras de esta insigne poetisa el Reverendísimo Padre Maestro Juan Navarro Vélez, de los clérigos menores, Lector Jubilado Provincial que ha sido de la Provincia de Andalucía y Calificador del Santo Oficio de la Inquisición, reparé cuidadoso en el cuidado que puso este doctísimo ingenio en aplaudir este Sueño. Dice así, después de haber dicho mucho: Donde a mi parecer este ingenio grande se remontó aún sobre sí mismo es en el Sueño, y creo que cualquiera que le leyere con atención lo juzgará así, porque el estilo es el más heroico, y el más propio del asumpto, las traslaciones o metáforas son muchas, y son muy elegantes, y muy propias, los conceptos son continuos, y nada vulgares, sino siempre elevados y espiritosos, las alusiones son recónditas y no son confusas, las alegorías son misteriosas con solidez y con verdad, las noticias son una Almatea de toda mejor erudición y están insinuadas con discreción grande, sin pompa y sin afectación. En fin, es tal este Sueño que ha menester ingenio bien despierto quien hubiere de descifrarle, y me parece no desproporcionado argumento de pluma docta el que con la luz de unos comentarios se vea ilustrado, para que todos gocen los preciosísimos tesoros de que está rico. Hasta aquí este ilustre Quintiliano. Entrégueme, pues, con el aserto, con la seria afirmativa de varó tan erudito, a poner mi desvelo en el que puso Sor Juana en este Sueño. Y habiéndolo leído unas tres o cuatro veces, confieso ingenuamente que le entendí poco. Y dándome en que entender el no haberlo entendido, hice empeño de entenderlo. No sé, pues, si me habré desempeñado, porque yo al amor propio nunca le he creído mucho. Y así, lector curioso, sin que leas primero muchas veces este Sueño y entiendas claramente que no lo has entendido, o que es para ti muy claro lo más de lo más oscuro, no pases a ver las notas con que quiso dar luz a sus tinieblas la escasa luz de mi ingenio, por que no te parezca más escasa y, muy fácil de juicio, lo juzgues todo muy fácil, como después de haberse hecho se juzgó el artificio que a su autor subió a la cumbre de la fama y las aguas del Tajo a lo más encumbrado de Toledo. Pues para dejar corridas tales facilidades de juicio (estallando a quien las tiene), suena aún en la memoria (a cabo de tantos años) el eco del estrallido del huevo, tan célebre en la Europa como entre los humanistas los que dieron al Zodiaco alternativas estrellas. No te la haga ver tu mal juicio castigándote por fácil.

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Pedro Álvarez de Lugo
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