Principio a la Apología soñada
Ya el reloj animado
que debe el ser al cóncavo nevado
que al sol y al alba imita en coloridos
en su hueco escondidos,
digo el reloj, que en horas enlatadas
comienza a dar alegres campanadas,
con las últimas dadas me advertía
que se acercaba el día,
cuando en hora de grana
mezclada en el candor de la mañana
vi que se acercó a mí con blando paso
el soñoliento padre de Fantaso.
Y como en la purpuria hermosa hora
en que brilla la Aurora
(tanto como en las horas anteriores)
no empañan el cerebro los vapores
que forman devaneos
en lo vario Protheos
(o como aquel que un trozo de su frente
dejó en manos del héroe más valiente,
cuya fama apocó torcido lino)
no fue el sueño, como otros, desatino,
no salió por la puerta radiante
que debe su candor al elefante
en el templo del padre de Morfeo
lo que allí vio el empleo
de atención cuidadosa; pues es cierto
que lo que vi soñando vi despierto.