«Chopin, cuenta corriente. De Zelazowa Wola a Valdemosa»
Hará cosa de un mes estuve en Zelazowa Wola, un pueblecito a 53 kilómetros de Varsovia, villa natal de Federico Chopin (1810-1849), como todos los entusiastas del «poeta del piano» saben. El padre del músico, un francés de Lorena, Nicolás Chopin, fue preceptor de los hijos de la condesa Skarbek y vivió en la bella propiedad que esta señora poseyó en medio de un jardín tan hermoso como los que en Varsovia y sus alrededores he visto. La evocadora residencia de Zelazowa Wola está destinada a los recuerdos del gran músico, que nació en aquella casa y dedicó a la condesa Victoria Skarbek una Polonesa, cuando sólo tenía ocho años. Zelazowa Wola fue incendiada en 1917, en la primera guerra mundial, al cruzar las trincheras rusas el jardín; reedificada después, fue nuevamente destruida cuando los alemanes invadieron el país en 1939. Lo que hoy vemos, pues, de la casa natal de Chopin es una reconstrucción doble, felizmente ambientada con recuerdos del artista; no falta el disco musical con las notas más evocadoras de su repertorio, e incluso una cálida voz que, en español, si el visitante lo es o lo habla, describe lo que cada estancia guarda, en relación con tan breve y fecunda vida como fue la de Federico Chopin.
Los polacos profesan culto a su músico más importante, casi tanto como los rusos al poeta Pushkin. En los jardines umbrosos, a la inglesa, de Zelazowa Wola, hay un monumento al músico; otro, famoso, es el del parque Lazienkowski de Varsovia, en el que figura Chopin bajo una enorme águila que alza con el pico la capa del artista; erigido ese monumento en 1926 fue deshecho por los nazis y reconstruido, como casi toda la ciudad, después de la segunda guerra mundial. El alto mando odiaba la música y el recuerdo de Chopin. […]