Mientras el alba
Monseñor de las moscas
Y de los coleópteros centelleantes,
En el azabache insular
Tanta era la mañana
Y tan poca era la palabra,
Tanta aurora era la del vuelo
Y tanta la pureza,
En lodos irisados
Tanta eternidad era la zumbante,
Cercando el lecho del recién nacido
Tan poco espacio el de la cuna,
De siempre ahí,
Efímero
Como lengua pendiente.
Monseñor, era
En un instante,
A la luz del estiércol de tus ojos,
Cuanto de mi muerte he oído
Lo que tú sobre mi cuerpo hasta el alba decías.