Juan Marichal López

Por Yolanda Arencibia Santana

Juan Marichal López inició su formación en Santa Cruz de Tenerife, la culminó en México y ejerció como profesor e investigador en las universidades norteamericanas de Princenton y Harvard. Tras su jubilación en Harvard (1988) volvió a España, reafirmándose como uno de los intelectuales más originales de la segunda mitad del siglo XX. En realidad, nunca dejó de pertenecer a la comunidad española, cuya tradición intelectual enriqueció a través de su obra y cuyo legado contribuyó a recuperar. Fue un liberal abierto y tolerante, respetuoso hacia la personalidad individual y a la singularidad manifiesta de cada individuo. Su existencia estuvo dominada por el ansia de saber, de aprender y de transmitir los conocimientos adquiridos. Obtuvo el Premio Canarias de Literatura en 1987, el Nacional de Historia de España en 1996 y el Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras en 1999.

Juan Marichal (2 de febrero de 1922- 2010) nació, y vivió su infancia y primera juventud, en Santa Cruz de Tenerife, en el marco de una familia laica, de espíritu liberal, con valores parejos a los que proclamaba en esa época la Libre de Enseñanza, que Marichal cultivó durante toda su vida.  Allí inició sus estudios de bachillerato, que prosiguió en Madrid, Valencia y Barcelona (1935 a 1937), y que culminó en liceos de París y Casablanca tras el exilio de la familia a Francia en 1938. El periplo vital de la familia Marichal no fue exactamente un exilio (forzado como tal) pero sí un alejamiento voluntario primero, que las circunstancias políticas acabaron mediatizando, especialmente a partir de 1936.

Desde París, y ante la inminente invasión de los alemanes, los Marichal (sus tíos, su hermano Carlos) se trasladaron a Casablanca –la Francia libre- en 1940 y, por fin, y no sin apuros, a México en 1941 en un barco portugués, el Quanza, repleto de republicanos españoles; entre ellos, algunos que serían importantes en su trayectoria personal y profesional como el expresidente de la República Alcalá Zamora o el fisiólogo lanzaroteño Blas Cabrera, de quien confiesa haber recibido un primer consejo sobre su futuro profesional, cuando “iba para” ingeniero de minas: (“¿Qué debo hacer? —Escoja la carrera que más le guste”).

Tras unos primeros momentos difíciles, Juan logró ingresar como profesor en el Instituto Luis Vives (un centro fundado por profesores españoles, y con un ambiente semejante al de la Residencia de Estudiantes de Madrid que él tanto admiraba), y también ingresar en la Universidad Nacional Autónoma de México en cuya Facultad de Filosofía y Letras cursó su licenciatura, que culminó en 1945.  Fue importante para su formación superior contar con profesores españoles eminentes, como el “transterrado” José Gaos, el filósofo y pedagogo Joaquín Xirau o  el crítico Rafael Altamira. En la Biblioteca de la Universidad mexicana entabló amistad con el excelente bibliógrafo e investigador don Agustín Millares Carlo, cuyo ejemplo contribuyo a determinar su deriva intelectual.

En México pudo convivir con quienes soñaban con la reedición de la segunda República. Fuera de las aulas, la preocupación política habría de dominarlo, como a todos los exiliados. En 1945 vivió directamente la primera reunión de cortes de la “Segunda República Española en el exilio”.

En 1946, Marichal inició su carrera profesional trasladándose a la Universidad de Princenton, en donde ejerció como docente y tutor. Este paso por Princenton fue doblemente importante para nuestro biografiado. En lo profesional, se sintió ligado a don Américo Castro, que había creado allí una importante escuela del Hispanismo tras instalarse en esta Universidad procedente de la de Texas, en la ruta de su exilio personal. En el entorno del gran profesor, Marichal preparó su tesis sobre Benito Jerónimo Feijoo y fue orientándose hacia su línea personal más destacada: la historia intelectual española, desde el siglo XV hasta la actualidad. En el terreno personal, Marichal tuvo ocasión de conocer a las familias de exiliados notables; como Pedro Salinas, con cuya hija Solita Salinas Bonmatí contrajo matrimonio el 8 de junio de 1947, formando una pareja especialmente compenetrada y feliz. Pedro Salinas y Juan Marichal conectaron más allá de lo familiar y se admiraron mutuamente; ambos eran tímidos, de pocas palabras y mucha sustancia. Salinas, que murió en 1951, pudo conocer a los dos hijos de la pareja.

En 1948, Juan Marichal se trasladó a la Universidad de Harvard, en donde trabajó como profesor de Estudios Hispánicos (Catedrático de Literatura e Historia Intelectual de España) hasta su jubilación en 1988. Durante esta etapa, consolidó su carrera profesional de docente y de investigador, sobresalió como conferenciante destacado en diversos países de América Latina y colaboró en las revistas más importantes, de México, Nueva York, Puerto Rico, La Habana, Buenos Aires o París, y en publicaciones españolas desde los años sesenta. La casa de los Marichal en Harvard se convirtió en un refugio de intelectuales y creadores españoles e hispanoamericanos. Juan Marichal y Solita visitaron España en distintas ocasiones. En 1968 visitó Tenerife, y allí a uno de sus grandes y amigos y corresponsales intelectuales, Domingo Pérez Minik.

Tras su jubilación en Harvard, Juan Marichal regresó a España y se instaló en Madrid donde proseguiría su actividad intelectual durante una década de actividad frenética. Nuestras islas, Tenerife y Gran Canaria principalmente, fueron destino frecuente de sus desplazamientos, no solo para reencontrarse con amigos sino para protagonizar y colaborar en actividades culturales de importancia tales como participar, impartiendo la conferencia inaugural, en el IV Congreso Internacional de Estudios Galdosianos de Las Palmas (1990), o coordinar en 1993 un ciclo de conferencias en el Museo Canario, titulado Canarias y la europeización de España (1876-1936).

En esos años de residencian en España, Marichal fue miembro de la Junta Directiva de los Amigos de la Residencia de Estudiantes, Director del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza y Asociado al Instituto Universitario Ortega y Gasset, en donde dio clases en los curso 1989-1990 y 1990-1991. En esa institución impartió docencia de Doctorado y dirigió una tesis doctoral, Francisco Ayala, dimensión política, que presentó en 1994 con gran éxito su autora, la profesora Julia Cela.

Los últimos años de los Marichal en Madrid, ya perturbados por la enfermedad, fueron enriquecedores para quienes tuvieron la suerte de visitarlos y disfrutar de conversaciones  y tertulias inolvidables. Entre los canarios: Eligio Hernández, Gregorio Toledo, Juancho de Armas, Fernando Delgado o Juan Cruz. Desde la distancia física, era casi cotidiana la relación con su hijo Carlos Marichal Salinas, que residía en Cuernavaca (Méjico). Allí marchó el matrimonio Marichal-Salinas en 2003. Solita murió en 2007 y Juan en 2010.

En 2011 la Viceconsejería del Cultura del Gobierno canario promovió un sentido homenaje a su persona que cobró forma en Testimonios de un isleño, una publicación de  textos de carácter histórico, biográfico y literario que hacen referencia a la relación del autor con su Tenerife local.

Juan Marichal fue un intelectual liberal que nunca renunció a los valores morales de aquella Institución Libre de Enseñanza que lo formó. Estuvo marcado por el ansia de saber, de aprender y de transmitir. Era respetuoso, tolerante, sencillo, elegante por fuera y por dentro, bondadoso, algo escéptico y nada ingenuo, orgulloso de su altura intelectual aunque de modestia aparente. Era delgado, enjuto, parecía frágil y se movía con esa torpeza que solemos atribuir a los sabios despistados; pero tenía nervio y energía; y sabía enfadarse cuando ha de defender valores como la integridad, el rigor intelectual, la investigación seria, la exigencia de calidad, el trabajo duro o la búsqueda de la excelencia. Su perfil era algo triste; le gustaba reír, pero no prodigaba la risa. Escuchaba más que hablaba.

Obtuvo el Premio Canarias de Literatura en 1987, el Nacional de Historia de España en 1996 y el Ciudad de Alcalá de las Artes y las Letras en 1999. También la Medalla de Oro de la Universidad Menéndez Pelayo en Tenerife (con Juan Rodríguez Doreste y Pérez Minik). En Estados Unidos fue elegido miembro de la Academia Norteamericana de Artes y Ciencias y asesor especial de la Fundación Guggenheim. Había recibido la encomienda de Isabel la Católica, otorgada por el Rey Juan Carlos de manos del embajador de España en México, y estaba en posesión de la medalla de Oro de Bellas Artes (1989) y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio (1996).

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