Antología Cercada

Por Nicolás Guerra Aguiar

ANTOLOGÍA CERCADA fue la primera manifestación de la poesía social española de posguerra. Su aparición se produjo ocho años antes de Cantos íberos (Gabriel Celaya) y Pido la paz y la palabra (Blas de Otero), ambas obras publicadas en 1955. Quizás por el desconocimiento de esta Antología publicada en Las Palmas, la crítica sigue considerando hasta el momento a los dos poetas vascos y a ambas obras de 1955 como los adelantados en el campo de la poesía social tras el final de la Guerra Civil española (1939).

El 30 de mayo de 1947 aparece en Las Palmas de Gran Canaria ANTOLOGÍA CERCADA (colección EL ARCA), obra poética que viene firmada por Agustín Millares Sall (“El martillo del minuto”, I y II), Pedro Lezcano (“Tierra y mujer” y “Edicto”), Ventura Doreste (“Un puerto del Oriente”, “Guerra en la paz” y “Las dos ciudades”), Ángel Johan (“La eterna canción”) y José María Millares (“Labios de acero”, I y II). 

Se trata de una compilación de poemas en la que lo social –lo poético social, claro- destaca como rasgo definidor que vino a significar la reaparición de la poesía social española finalizada la Guerra Civil (julio de 1936 – abril de 1939) con la victoria de los rebeldes frente al Gobierno Republicano del Frente Popular, legítimamente instaurado en España tras las elecciones del 14 de febrero de 1936. 

Nos encontramos, pues, con una obra que se adelantó ocho años a la poesía de compromiso social representada por los poetas Gabriel Celaya (Cantos iberos, 1955) y Blas de Otero (Pido la paz y la palabra, 1955), autores con quienes se identifica la consolidación del llamado “realismo social” en la poesía española de posguerra una vez superada su etapa de angustia existencial “para situar los problemas humanos en un marco social” (Tusón – Carreter).  

Pero, además, la crítica especializada considera que las obras citadas de 1955 fueron pioneras en el campo de la poesía comprometida de la posguerra española, humana y hondamente impactante a la búsqueda de mundos en libertad, amor humano y justicia social. Sin embargo, en

carta enviada por Vicente Aleixandre a Agustín Millares Sall (19. 5. 1982) con motivo del homenaje a ANTOLOGÍA CERCADA en el Instituto Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria, el premio Nobel afirmó: “En mi memoria está, y mientras yo dure, lo que representó esa Antología en la evolución de la poesía española. Fuisteis los verdaderos pioneros de un movimiento que había de dejar un hondo surco en la marcha de nuestra lírica y además me atrevería a decir que en el mismo decurso de la cultura social”.

El crítico Jorge Rodríguez Padrón escribió en el prólogo a El paraíso de los nudos, obra de Agustín Millares: “No cabe duda de que Antología cercada inició en Canarias lo que inmediatamente tomaría carta de naturaleza en la poesía peninsular de los años cincuenta”.  

Y Jesús Páez Martín, profesor y crítico, dejó escrito en el prólogo a La palabra o la vida, obra también de Agustín Millares: “De todos es reconocido el hecho palmario de que, cuando en la Península se practicaba una poesía puramente humanista, anti-formalista y anti-esteticista que supone un revulsivo, en Canarias -particularmente por parte de los hermanos Millares Sall, Ventura Doreste, Ángel Johan, Juan Mederos y Pedro Lezcano- ya se estaba publicando y realizando una poesía que iba más allá: era poesía combativa, auténticamente luchadora y militante, insólita en el contexto político en que se desarrollaba”. 

CONTEXTUALIZACIÓN 

  1. En el tiempo 

Aparece ANTOLOGÍA CERCADA en un contexto político–social definido por la férrea censura de la dictadura franquista: “Para soñar ya hay decretadas fechas”, escribe Pedro Lezcano en su poema “Edicto”. 

Nos encontramos en los años finales de una década –la de los 40- que significó también el triunfo y la decadencia en países europeos (Alemania, Italia) de una concepción totalitaria, autoritaria y de absoluto poder personal, y cuyo control ideológico estuvo en manos de nazis y fascistas, herencias de pensamientos que mantiene el Gobierno español. Porque el final de la II Guerra Mundial (1945) significó la derrota de quienes gobernaban con mano de hierro y desprecio a las elementales libertades del hombre. Pero tras la caída de el Duce (1943) y de el Führer (1945) permaneció en Europa la dictadura franquista, aquella que en 1941 se definió absolutamente unida a las anteriores “en un común destino histórico, cuya deserción significaría mi suicidio y el de la causa que he representado y conducido en España”, en palabras del general Franco. 

Y este general español, Jefe del Estado y presidente del Gobierno, “generalísimo de los Ejércitos y Caudillo de España por la gracia de Dios”, supo mantenerse en el poder a pesar de que los republicanos del exilio estimaban que las fuerzas aliadas también lo derrocarían. Pero como hábil estratega que fue, jugó con inteligencia su victoria sobre el Frente Popular y convenció a los norteamericanos de que España se mantenía como un fundamental bastión anticomunista.  Llevó a cabo, por tanto, aparentes reformas que simularon el reconocimiento de derechos y libertades del pueblo como, por ejemplo, el Fuero de los Españoles (1945). Y justo dos años después, quizás esperanzados ante la victoria aliada sobre el Eje Berlín–Roma–Tokio, los poetas canarios sacaron a la luz aquella obra cuyo adjetivo en el título –CERCADA– ya traduce la visión que tenían de la realidad, la auténtica realidad de España. Se trata, pues, de jóvenes poetas canarios que se identificaron con la empresa común de manifestar su disconformidad con la dictadura dominante. Son poetas que se sienten “cercados” por el aparato represivo del Estado y la ausencia de libertades. 

  1. En la poesía española de los años cuarenta del siglo XX 

La generación de las posguerras (1939 y 1945) se encontró en la más absoluta orfandad. Los inmediatos grandes maestros del 27 estaban en prisión, se encontraban en el exilio exterior, en el interior, o fueron fusilados y desaparecidos (Lorca). Lo mismo había pasado con varios componentes de la Generación del 36: cárceles (Hernández), desapariciones, huida a países extranjeros.  

Revistas poéticas  

Y los que quedan en España toman distintos caminos: unos se agrupan en revistas cuya poesía nada tiene que ver con la realidad española del momento (Garcilaso se remonta al pasado imperial en formas y contenidos), son poetas del bando vencedor. Otros ya no saben hacia dónde vocear y se encierran en angustias, imprecaciones a Dios (que no contesta): es la poesía existencial. Los terceros, quienes reconocen que ya no podrán cantar la belleza de la Naturaleza, se aúnan en torno a Espadaña (Espada + España). Pero hubo también un cuarto grupo que apareció antes, en 1940: son los componentes de la revista Musa Musae, vencedores y “arrepentidos” de sus veleidades republicanas que comparten con la revista Escorial, de aspiraciones totalitarias. 

Y si a estas les añadimos otras -también de la década de los cuarenta- dedicadas al arte de vanguardia, al Surrealismo, al arte por el arte, podremos concluir que no hay poesía de compromiso alguno con la realidad social hasta la aparición de ANTOLOGÍA CERCADA, pues lo que se escribe en estos años por los poetas peninsulares es una poesía vacía de acercamiento a la realidad. Eso bien lo sabe Gabriel Celaya cuando le escribe a Agustín Millares en septiembre de 1947 para reconocer que los poetas canarios están a la cabeza “de un movimiento para mí conmovedor. Es una poesía humana y caliente, comprometida, que está exenta de la superficialidad de que amplios sectores de nuestra poesía adolecen”. 

Así pues, obra desconocida (aunque no por todos) quizás por su “islamiento”, acaso silenciada por envidias y recelos de quienes se autocomplacieron como los poetas consagrados y que no aceptaron la irrupción –fresca y comprometida- de los autores canarios.

SOBRE ANTOLOGÍA CERCADA 

A pesar de que casi pasó desapercibida en la Península -a fin de cuentas eran autores isleños desconocidos, y la tirada fue reducida-, algunos ejemplares llegaron a manos de críticos y poetas. Muchos de ellos muestran no solo su identificación con los contenidos –poesía de compromiso social, rebelde, de denuncia- sino, también, perplejidades y sorpresas porque les hubieran permitido publicarla. Pues las hermosas cosas que ellos dicen “en esos poemas aquí hubieran sido, de seguro, ahogadas antes de salir a la luz. Gracias sean dadas a los dioses canarios que han favorecido su aparición”, le escribe José Luis Cano a Agustín Millares en 1949. 

Algunas revistas alaban en los componentes de ANTOLOGÍA CERCADA su actitud lírica a pesar de tratarse de una poesía de denuncia social. Destacan también el compromiso adquirido con las realidades, con los hombres abandonados en la sociedad, con aquellos a quienes no les han dejado arrancarle a la misma sociedad mejores condiciones de vida. 

Se trata, en efecto, de poesía comprometida con su función social. Pero, además, con la calidad poética. Porque sus estructuras responden a tradiciones que se remontan a momentos de esplendores, cuando más importante que el contenido era la forma. Los poetas de esta Antología dominan a la perfección las técnicas del buen hacer poético, trátese de estrofas, medidas de versos, figuras embellecedoras como imágenes o metáforas; muchas de ellas, sin duda, productos de lecturas y conocimientos del quehacer poético. Y la musicalidad, la rima, que impactan en nuestros oídos porque crean bellezas y armonías. 

Los poetas de ANTOLOGÍA CERCADA fueron, en fin, lectores empedernidos, conocedores de la literatura casi desde sus orígenes (destaca el humanista Ventura Doreste, guía y conductor de esta generación de poetas). Así, por ejemplo, el poeta – profesor Alejandro Duque Amusco destacó en la presentación (noviembre 2012) de la reedición del Cabildo de Gran Canaria la presencia de los grandes maestros del 27 (Lorca, Alberti…), incluso en su etapa de puro Surrealismo (Superrealismo, Suprarrealismo, Sobrerrealismo) quizás del francés Louis Aragon, acaso el de la revista Gaceta de Arte que apareció en Tenerife en la década anterior. E incluso la presencia del Miguel Hernández de El rayo que no cesa, por ejemplo.

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