Pepa Aurora Rodríguez Silvera
Mi infancia se desarrolló en una hermosa villa llamada Ingenio, pero también pudieron llamarla villa de los Alisios o villa Fantasía, porque el viento y la creatividad corrían por sus calles empedradas y dejaba rumores y humores de Tibicenas y Mahíos prendidos en los tejados o en sus mohosas paredes.
Mucho antes de aprender a leer y a escribir ya había escuchado miles de historias en diferentes voces; contaban las madres, las abuelas, las tías, las maestras, las vecinas, el viejo Juanico, el cura… Las historias subían y bajaban las calles del pueblo sobre escobas de brujas, en las varitas de las hadas o en bellos alazanes principescos.
Tal vez por eso, en cuanto aprendí a leer, abrí ilusionada el primer libro y ya no pude parar. Leí todos los libros que se guardaban en la biblioteca de mi abuelo y cuando se acabaron, seguí con los de la Villa, y después continué en la ciudad. El único alto que hacía, en el tiempo de la lectura, era para repasar una y otra vez los cómics que mis padres me compraban cada semana.
Naturalmente he seguido las reglas de las viejas contadoras que jugaban con las palabras y los sueños: ya soy una abuela narradora. Hace más de cuarenta años que creo y recreo historias que despertaron mi imaginación y las cuento a los niños. Mantengo la esperanza de que ellos también despierten su creatividad y se aficiones a la lectura con mi trabajo.
He publicado más de trescientos cuentos, en más de cincuenta libros y hago poemas con música, sonsonetes disparatados, trabalenguas, e invento vocablos que despiertan la imaginación y permite a los niños jugar, inventar y reinventar su lenguaje cotidiano.
Mis poemas están contenidos en siete poemarios cuyos versos mimo y memorizo para compartirlos con los más pequeños. Espero que alguna vez lean mis libros y compartamos su lectura.
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