Pancho Guerra

Por Rita C. Navarro Sánchez

Francisco Guerra Navarro –Pancho Guerra- (Tunte, Gran Canaria, 1909 – Madrid 1961), fue una personalidad literaria y artística de primer orden que se forjó en el marco del realismo universalista de la Escuela Luján Pérez y que compartió la atmósfera de las vanguardias insulares con los amigos de la Sociedad de Amigos del Arte “Néstor de la Torre”. Indagador vocacional en las esencias de “lo canario”, Pancho Guerra consiguió encarnarlas en un garabato de su invención llamado Pepe Monagas que, envuelto en caricatura, protagonizó sus obras más divulgadas. Con el tiempo, el más que atractivo personaje casi ocultó al autor. Porque Pancho Guerra, el creador genial de Pepito Monagas fue, además, un dramaturgo inteligente, un periodista ágil, un escenógrafo despierto moderno y atrevido, y hasta un ensayista y lexicógrafo sorprendente.

Pancho Guerra nació en Tunte. Hijo del maestro del pueblo, muy pronto se trasladó a la capital, Las Palmas. Cursó allí los estudios del bachillerato, demostrando más interés por los ambientes abiertos que por los libros. En el instituto, edita con un grupo de amigos, la revista Estudiantes (1928) en donde da a conocer las primicias de su agudeza para captar tipos y caracteres, y su habilidad para describirlos.

Un salvaje anhelo de libertad, el juego, las fiestas y encuentros populares, y las más diversas lecturas, llenaron su época infantil y su adolescencia. También, una tremenda prisa por vivir y una amplia y abierta curiosidad, lo mismo por lo especulativo que por lo inmediato y tangible de su contexto. A los dieciocho años establece contacto con la Escuela Luján Pérez, un más que interesante laboratorio de arte cuyo clima iconoclasta, exigente y renovador influye de modo poderoso en su personalidad. Se afianza entonces su amor innato por lo popular. Y de su amoroso contacto con las cosas y las gentes campesinas, nace un conocimiento profundo del alma isleña que encarnaría en sus escritos “Pepe Monagas”, el envés de Pancho Guerra, un personaje de atractivo pintoresquismo que pasea su humanidad por el campo y la ciudad mostrando con su habla, su gesto, su buen humor y su trastienda el universo de categorías de todo lo que llamamos “canario”. Un acierto genial del gran observador Pancho Guerra.

Acabado el bachillerato inicia, sin vocación, estudios de Derecho, que abandona pronto por el periodismo. Ingresa en el Diario de Las Palmas a los veintiún años. Ahora, los Cuentos de Pepe Monagas que empieza a publicar comienzan a difundir su nombre y su persona. En esos años, compartió con la Sociedad Amigos del Arte “Néstor de la Torre” la inquietud por la realidad universalista de sus propuestas y el atractivo de los vanguardismos insulares. Se revela en esos momentos como escenógrafo, y como autor y hasta actor de propuestas teatrales. Pasada la Guerra Civil vuelve a tentarlo la carrera de abogado. Pero, tras permanecer solo tres meses en la Universidad, rompe definitivamente con los estudios académicos y se entrega, de pleno, a lo que era en él cierta y rigurosa vocación: el periodismo. A partir de 1947 lo ejerce en Madrid, donde su labor como redactor y cronista de la Audiencia madrileña en el vespertino Informaciones, le valió recibir el premio nacional “Manuel Tercero y Alfonso Sendra”. Pancho Guerra esperaba hallar en la capital nuevas expectativas que le permitieran darse a conocer, escribir, publicar y conectar con otras gentes y otros ambientes culturales. Mucho de ello logró. En 1945 figura en Radio Nacional de España en donde Claudio de la Torre ponía en marcha su Teatro invisible; y la misma cadena le abrió sus puertas a los primeros trabajos en la capital: la “comedieta en un solo acto” Islas Canarias, y el conjunto de los guiones radiofónicos titulados Flor de Romances y canciones. A esa misma emisora llegó María Mérida en 1947, y con Guerra y Los Guanches, trabajaron en un programa de radio que emitía para los emigrantes canarios en América. Pancho Guerra se entregaba con fervor a estas actividades. Lo cierto es que, estuviera donde estuviera, su carácter festivo y el amor “a macha martillo” que sentía por todo lo canario, lo impelía a participar en todo proyecto cultural de las islas; así, su jovialidad y su música destacaron en el Teatro Lara de Madrid, en el espectáculo titulado “Alforjas de poesía”, junto a un grupo entusiasta de artistas canarios.

En el Café Gijón se codea con la intelectualidad de la época y, como le cuenta en una carta a su amigo Felo Monzón, tuvo relación con el propio Salvador Dalí. En Madrid, Pancho Guerra reencuentra a amigos canarios entrañables, como Pacota Mesa y Carmen Laforet. Allí consigue adaptar, reescribir y recopilar sus escritos, además de redactar obras nuevas. En 1948, Guerra publica en Madrid Los Cuentos famosos de Pepe Monagas, con prólogo de Simón Benítez Padilla; y en 1958 ve editar su mejor libro, Memorias de Pepe Monagas, con prólogo de Carmen Laforet.

El 3 de agosto de 1961, mientras disfrutaba de uno de sus grandes placeres, el cine, sufrió un ataque cardíaco y falleció en el acto. Llevaba en Madrid catorce años.

Tras su repentino fallecimiento, el “Hogar Canario de Madrid”, a través de la “Peña Pancho Guerra” se propuso como tarea fundamental la publicación de toda la obra del amigo desaparecido: la publicada y la inédita, que se mantenía dispersa.

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