La obra literaria de Mercedes Pinto, donde hay momentos singulares y destacables, debe entenderse en íntima relación con su personalidad comprometida y polifacética, y con su deseo expreso de comunicación e influencia sobre los auditorios a los que estuvo destinada. Es así como podremos valorar y entender que la escritora manejara distintos formatos literarios (la poesía, la narrativa, el teatro, la prosa periodística), trabajara en diferentes ámbitos (la radio, la prensa, el cine, la tribuna pública) y practicara un intenso activismo cultural, social o político. En cualquiera de los casos, la palabra fue el instrumento con el que contribuir a la elevación de la conciencia y desde el que posicionarse como ser individual y colectivo, luchando contra los prejuicios intransigentes de su época y dando testimonio de sus propias convulsiones existenciales.
Desde esa misma perspectiva, la obra literaria de Mercedes Pinto aúna las esferas de lo íntimo y de lo público y es testimonio de las preocupaciones de la mujer y la sociedad de su tiempo, a las que convertirá en materia temática de su escritura abundante y enérgica, social y autobiográfica, contestataria e intimista. Más que el género literario, a Mercedes le importa el formato idóneo para expandir su mensaje; más que la forma, le interesa la franqueza del contenido y la utilidad del fondo; más que la escritura como expresión de su creatividad, le seducen las letras como instrumento de afirmación y de acción social. Es por ello que su fuerza expresiva, patente en sus obras literarias, y aplaudida y reconocida en los auditorios y tribunas de Hispanoamérica, debe más a los aciertos nacidos de su afirmación por la vida y su predilección por la verdad de la memoria y el testimonio, que a las elecciones literarias a las que se enfrentó cuando escribía cada una de sus obras.
En efecto, toda la obra de Mercedes Pinto está atravesada por el autobiografismo y el compromiso, y casi todo lo que escribió tiene una profunda relación con su vida personal, que no fue fácil ni sencilla. La atormentada y violenta vida conyugal con su primer marido será el tema de su primera novela, Él, llevada más tarde al cine por Luis Buñuel y, posteriormente, por Valeria Sarmiento. También fue éste el motivo que espoleó su conferencia El divorcio como medida higiénica (1923). Sus padecimientos como individuo por culpa de la estricta moral católica que profesaba su familia y por los prejuicios sociales que encontró como sujeto femenino, propiciaron la elaboración se su pieza teatral Un Señor… cualquiera, donde la escritora nos advierte sobre la inutilidad de aferrarnos a conceptos y creencias que, con el paso de los años, no significarán nada, ya que el tiempo y la evolución se encargarán de transformar lo prohibido en habitual, o en natural lo que antes nos resultaba perturbador e indecente.
En sus libros de versos, Brisas del Teide y Cantos de muchos puertos, Mercedes nos entrega sobre todo sus emociones: las que le brinda el paisaje de su tierra, o de las tierras que la acogieron en el exilio; las que producen el amor y el desgarramiento del amor; las que nacen del extrañamiento de su alma curiosa, moderna e inquieta, al enfrentarse a una sociedad trasnochada y provinciana, llena de los prejuicios e injusticias que ella siempre detestó. Igual sucede en su segunda novela, Ella, donde Mercedes se desnuda del todo y cuenta sin ambages su propia vida, con la franqueza, la sinceridad y el estilo directo que la caracterizan. Incluso en su ingente obra periodística, que en los últimos años se ha ido recopilando para acercarla al lector actual, puede verse quién era Mercedes Pinto: esa mujer diáfana, atípica, rebelde, luminosa, adelantada de su siglo y de su tiempo, que logró cautivar a sus lectores, auditorios, radioyentes, con el magnetismo de su palabra comprometida y la fuerza de su propio testimonio, con la luz de su pensamiento y la expresión de su personalidad más íntima.