Debido a la situación de retraso cultural de las Islas Canarias durante los siglos XVIII y XIX, con una tasa de analfabetismo del 70%, el doctoral se verá obligado a desarrollar una incesante labor ilustrada, en su empeño de que las Islas se incorporen a la cultura occidental y se encuentren entre las naciones modernas.
La influencia que Graciliano Afonso ejerce en los escritores y pensadores de la segunda mitad del siglo XIX es indudable. La enunciación teórica y poética que el doctoral realiza sobre el Teide (1853) hará que a partir de ese momento este motivo comience a ser considerado uno de los centrales de la literatura canaria; además, será quien elabore su primera teoría de la literatura. Su postura ante los episodios de la conquista de las Islas, que tratará en sus poemas sobre las leyendas canarias (El juicio de Dios o la reina Ico o «Zebensayas»), lo sitúa dentro de la categoría de precursor de lo que se denominará vianismo, sentimiento que aglutina a una facción de la literatura canaria que englobará a poetas románticos como José Plácido Sansón, Victoria Ventoso o Nicolás Estévanez y a los de la llamada Escuela Regionalista de La Laguna. Como afirma Eugenio Padorno, al abordar el «programa literario» al que se adscribe el doctoral, «Afonso sabía que él por razones biológicas no podía ser el poeta que, tras los pasos de Cairasco y Viana, refundara la lírica canaria, pero con su gesto espera haberle indicado el camino.»
Afonso, a través de su labor didáctica en el seminario y en el colegio San Agustín, establecerá una conciencia del paisaje y de la tradición que los vinculan con la historia que llegará hasta los autores del siglo XX.
La obra de Graciliano Afonso aúna varias facetas, las de poeta, traductor y teórico de la literatura. Tradujo textos de Horacio, Virgilio, Catulo, Ovidio, Juan Segundo, Anacreonte, Museo, Bernard, Pope, Milton, Casti o Chiabrera; por tanto, dominaba el latín, el griego, el francés, el inglés y el italiano. Para el doctoral, los autores han de ser leídos en las lenguas en que escribieron sus obras, pero, en el caso de que se desconozca las lenguas en que están escritas, es necesario que se lean, porque son fundamentales para la formación personal. Los libros son los alimentos del espíritu y, como en cualquier régimen, es preciso que varíen, ya que «a una lectura, tal vez sin reflexión, se debe el desarrollo de un talento, o de un gran genio.» Para Afonso, la utilidad de estas obras está en enseñar la Libertad y su ejercicio, lo que supone estimular en los jóvenes la capacidad de crítica. Lo que debe mamar la juventud es el «odio a toda especie de tiranía y servidumbre», apartándose de aquellos «que, a título de enseñar el buen gusto, son preceptores de la adulación.»
El convencimiento del poeta y traductor en la necesidad de situar a las Islas en el contexto de la cultura occidental, como lo había hecho José de Viera y Clavijo, hará que el doctoral se empeñe en la publicación de la traducción de aquellas obras que sirvan a la formación del gusto, sabedor de que la educación es el instrumento del desarrollo de una nación, la vía por la cual puede encontrar su lugar en el mundo. En ese sentido hay que leer la obra de Graciliano Afonso, tanto en su vertiente traductora como creadora. El doctoral tratará de incorporar Canarias a la tradición occidental, consciente de que, de esa manera, las Islas podían tener un lugar entre las naciones cultas, es decir, aquellas que son objeto de influencia; de ahí la insistencia en subrayar a Bartolomé Cairasco de Figueroa como el primero de los vates canarios, ya que es un autor clásico.
A través de los prólogos a sus obras, Afonso elabora una teoría literaria. En la «Advertencia preliminar» a la Oda al Teide, da constancia de la existencia de un país con una tradición literaria propia, es decir, con modelos literarios propios; en la «Advertencia» al Juicio de Dios o la reina Ico, una de las leyendas canarias que reelaborará, subraya la necesidad de que la juventud canaria conozca la historia de su país: de esa manera se puede dar un paso relevante a la independencia. Sin embargo, esta aspiración ya estaba presente en su primer libro de poemas editado, El Beso de Abibina, como se puede observar en la oda “El canario”. Se puede considerar que el doctoral es continuador de la obra de José de Viera y Clavijo.
En el fondo, el proyecto del doctoral, desde su papel de teórico de la literatura, viene a configurar los rasgos que definen una expresión literaria, la canaria, no como negación de la literatura española, sino como una literatura que comparte con aquella algunas características, pero cuyo decir es diferente, porque su realidad es otra.
Graciliano Afonso se adscribe al programa liberal del XIX. Para él, recuperar la historia pasada, y entroncarla con la historia presente, esto es, hallar el inicio verdadero de la historia insular, con todos los mitos que la conforman, supone la creación de la idea de nación. Ese es el recorrido que realiza el doctoral, ya presente en los autores que lo precedieron. Frente al resto de las literaturas hispánicas, la literatura canaria presenta una característica propia: desde sus inicios, se interroga por su estar en el mundo y exige su lugar de representación.
La modernidad de la obra Afonso radica en el hecho de que conjuga lo actual con lo antiguo propio, algo que definirá, de una u otra manera, la producción poética de las Islas.