La producción literaria de Agustín Espinosa destaca, sobre todo, por su plena adhesión al surrealismo a partir de su obra maestra Crimen, que lo consagra como uno de los principales ejecutores y representantes del surrealismo francés en la literatura española. La versatilidad, la experimentación vanguardista y la incorporación de las nuevas estéticas a su estilo escandaloso y personal definen la trayectoria creativa de un autor que constituye una de las voces más originales e importantes de las nuestras letras.
En sus primeras incursiones en la literatura, Agustín Espinosa comienza desarrollando una poesía de corte modernista, que era la estética que había dominado la escena literaria de Canarias durante las primeras décadas del siglo XX. Pronto, sin embargo, se desmarca de esta corriente para iniciarse, en torno a 1927, en la escritura vanguardista. Este giro en su trayectoria artística coincide con su adscripción al proyecto universalista de La Rosa de los Vientos, donde manifiesta, por medio de textos ensayísticos, su deseo de romper con estéticas finiseculares como el regionalismo folclorista y de buscar una auténtica tradición poética insular.
La tensión constante entre el interés por la tradición y la búsqueda de lo novedoso caracteriza toda la obra de Agustín Espinosa. Sus constantes miradas hacia el pasado literario insular, favorecidas por su condición de catedrático de literatura, se manifiestan en su atención a los ilustrados canarios en su tesis Don José Clavijo y Fajardo y en su texto Sobre el signo de Viera, así como en sus labores como recopilador del romancero tradicional, que lo aproximan al neopopularismo propio de la generación del 27, con cuyos miembros compartió amistad, tertulias y rasgos estéticos. En Lancelot, 28º-7º, la búsqueda de una “mitología conductora” para la isla de Lanzarote muestra el deseo de hallar una tradición fundacional para Canarias, al mismo tiempo que se emplean, para ello, herramientas propias de los últimos hallazgos de las vanguardias.
Entre 1927 y 1929, Espinosa, como ha apuntado Pérez Corrales, se adhiere al “arte nuevo” incorporando una poética lúdica, apolítica y antirrealista, en la que los objetos industriales y los mitos del cine, del deporte o del jazz se elevan a la categoría de objetos poéticos. Influido por la poesía pura de Juan Ramón Jiménez (como muestra la utilización del título Diario espectral de un recién casado, tomado del libro Diario de un poeta recién casado de Juan Ramón Jiménez), la deshumanización del arte propuesta por José Ortega y Gasset y el experimentalismo y la brevedad de Ramón Gómez de la Serna, Espinosa buscará en este período una producción literaria antisentimental, juvenil, aséptica y esencial. Dentro de las corrientes vanguardistas, se desvincula del ultraísmo y rechaza abiertamente el futurismo, aunque las influencias del ismo consagrado por Marinetti continúan manifestándose en sus textos. También serán relevantes sus contactos con la estética cubista. Como señalan Miguel Pérez Corrales y Nilo Palenzuela, en Lancelot, 28º-7º, late, ante todo, la influencia del creacionismo de Reverdy y Dermée, presente en la recreación imaginaria de un Lanzarote nuevo con una mitología fundacional que cobra autonomía en la obra literaria.
La atención primordial a la geografía sobre la historia que comparte con otros compañeros de generación, el humor, las constantes referencias culturales y la personificación de animales y objetos inanimados son rasgos constantes en Lancelot, 28º-7º. El tono humorístico y la atención al mundo deportivo continuarán en su “Oda a María Ana, primer premio de axilas sin depilar de 1930”. A partir de 1930, sin embargo, se advierte un cambio en la poética de Espinosa con su introducción en el surrealismo, que se manifiesta por primera vez en “Triálogo del muerto”.
Junto con Emeterio Gutiérrez Albelo, Pedro García Cabrera y Domingo López Torres, Agustín Espinosa comienza a participar en la construcción de un surrealismo canario que logra una mayor similitud al modelo francés de la que lograron Alberti o Lorca en el surrealismo peninsular. Mediante el empleo de la prosa poética, ampliamente cultivada por Espinosa, construye la novela Crimen, que puede ser considerada uno de los principales exponentes de la literatura surrealista en lengua española. En Crimen quedan subvertidas las ideas estéticas clásicas y se apuesta por la inmoralidad, el humor negro, la violencia y la crueldad, en un relato que ahonda en el mundo del onirismo y del subconsciente y que se enfrenta a las estructuras de la lógica. Su erotismo abundante, inmoral y explícito provocó un escándalo entre los sectores conservadores de la época, que promovieron la condena y censura del texto surrealista.
Aunque la mayor parte de su creación fue escrita en prosa, en textos como Poemas a Mme. Josephine traslada sus metáforas innovadoras y su antirretoricismo a la escritura en verso, abogando por la brevedad y por la concentración expresiva. En 1934, se traslada al género dramático para escribir la farsa surrealista La casa de Tócame Roque, y, en su conferencia sobre el pintor José Jorge Oramas titulada Media hora jugando a los dados, se advierten rasgos surrealistas aunque no se logra una plena inmersión en la estética como sí se consigue en Crimen o en La casa de Tócame Roque.
Más allá de su producción estrictamente creativa, Agustín Espinosa desarrolló una importante labor como crítico, ensayista y periodista. En sus textos no ficcionales, emplea, también, un estilo depurado, plástico y claro, y apuesta por la generación de polémicas y por la ruptura de las normas. De esta manera, en sus labores como crítico se desvincula del tono academicista y tiñe sus textos de la imaginación que caracteriza al resto de su obra. Al contrario que otros compañeros de generación, que en sus trabajos ensayísticos se mostraron política y socialmente comprometidos, Espinosa solo romperá su apoliticismo para defender posturas extremistas que oscilan entre el fascismo y el comunismo, en una apuesta por lo rupturista y novedoso que responde más a una voluntad estética que a un activismo real.
Tras su muerte en 1939, la obra de Agustín Espinosa fue olvidada durante décadas hasta que, a partir de 1950, se inician las labores de recuperación de sus textos y de los de otros escritores de su tiempo. Ventura Doreste, Armas Ayala, Nilo Palenzuela y, sobre todo, el catedrático José Miguel Pérez Corrales han recuperado y editado sus obras completas en diferentes volúmenes. Asimismo, los dos tomos que integran Agustín Espinosa, entre el mito y el sueño, de Pérez Corrales (Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1986), constituyen el estudio académico más exhaustivo hasta el momento de la obra del autor tinerfeño.