1928-1936: años de compromiso intelectual. La publicación de Líquenes (1928) vincula al poeta con las inquietudes que animan los primeros libros de la Generación del 27 y la lírica europea contemporánea: neopopularismo y formas cultas ligadas a las primeras vanguardias, en especial, al ultraísmo y creacionismo. El mar que rodea la isla, espacio lírico que abre caminos al ensueño, se convierte, en palabras de Nilo Palenzuela, «en una fuerza que lo anega todo», y «la isla en una presencia insuflada de mar». A partir de 1930, inicia en la prensa una labor ensayística esencial para entender su pensamiento universalista, su visión del paisaje y de la estética vanguardista, y, también, su punto de vista sobre las posibilidades del lenguaje poético abstracto. Así, en su ensayo, El hombre en función del paisaje, revisa críticamente cuáles son los fundamentos de una auténtica literatura regional. Asimismo, escribe Proyecciones, su única obra teatral. Transparencias fugadas (1934), es ya un libro de madurez, cuya construcción responde a una preocupación intelectual manifestada en varios de sus ensayos: «El arte abstracto expresa mejor que ningún otro prisma de nuestro tiempo la tragedia del hombre contemporáneo, porque la remonta a un escenario cósmico». Ahora el aire, viajero dinámico y libre, se convierte en tema y símbolo que da unidad a un libro en el que el endecasílabo blanco es el principal vehículo formal de expresión. En ese mismo año, P.G.C. inicia, en Tafira, la escritura de La rodilla en el agua, que sigue la línea del libro anterior y cuyo espacio-símbolo central es la isla. También, en 1934, escribe el relato surrealista Los senos de tinta. Asimismo, en los días inmediatos al golpe militar, compone los textos de Dársena con despertadores, el poemario que más se acerca a la escritura automática y a los principios surrealistas defendidos por A. Breton.
1936-1946: años inmersos en un ámbito de violencia. Prisión, guerra y prisión enmarcan la vida del poeta y de sus escritos: Entre la guerra y tú, Romancero cautivo, La arena y la intimidad, Hombros de ausencia y Viaje al interior de tu voz. Los tres poemas iniciales de Entre la guerra y tú, premonitorios de la inmediata barbarie, están creados poco antes de la Guerra Civil; las restantes composiciones, durante la guerra y, sobre todo, en la cárcel. La guerra y el tú amoroso son los dos ejes de este poemario de estirpe surrealista y sentido trágico. Romancero cautivo, su libro más testimonial, poetiza la trágica y estremecedora peripecia humana que viven el poeta y la España republicana entre 1936 y 1940. Lo inicia en el campo de concentración, lo continúa en Dakar y lo concluye en prisión.
1946-1981: años de exilio interior y de búsqueda de la esperanza. Tras salir de la cárcel, su vida debe desenvolverse en un tiempo de libertad encadenada. En 1951, aparece Día de alondras, texto vinculado estéticamente al neopopularismo, en el que el poeta busca refugio en un momento adverso de su existencia. Ricardo Gullón, elogia la aparición de estos «romances que dicen las alegrías −o las penas sencillas− del mundo y de la vida». Por otra parte, reanuda su relación con escritores y profesores extranjeros y, en 1956, junto a José Domingo, presenta en la III Bienal Internacional de Poesía celebrada en Knokke (Bélgica) Las fuentes de la poesía popular, uno de sus ensayos más significativos. Poco después, en 1959, publica en Madrid una obra singular y muy destacada en la lírica española de posguerra: La esperanza me mantiene, libro que es secuestrado por la censura. En sus versos, cuyo rico lenguaje enlaza con la tradición del surrealismo, el poeta invoca y apostrofa a la mar, cambiante y profunda, en la que busca renacer. En el prólogo, Pérez Minik reflexiona sobre la importancia que adquiere, en el universo lírico de P.G.C., aquella copla que escuchaba de niño: «A la mar fui por naranjas, / cosa que la mar no tiene. / Metí la mano en el agua: / la esperanza me mantiene»; y añade: «Esta lucha entablada, a través de estos cuatro versos bellísimos, entre la realidad y la irrealidad ha de marcar muy poderosamente toda la creación de nuestro poeta». V. Aleixandre elogia el poemario del que dice que es «un cántico generoso de la conciencia humana, mucho más todavía que de la esperanza de los hombres».
Entre 1968 y 1970, García Cabrera publica: Entre cuatro paredes, Vuelta a la isla y Hora punta del hombre, libros en los que hay intimismo, evocación del hogar y los amigos ausentes, una emotiva mirada hacia el paisaje y el quehacer humano, y un claro compromiso. A su vez, crea los poemas de Las islas en que vivo, escritos «junto al mar batiente, en el litoral suroeste de Tenerife», entre 1960 y 1967. En el prólogo, expone que muchas de las «imágenes que cristalizan» en ellos «son formas elaboradas por el pueblo» y que su propósito ha sido «el de utilizar su fuerza expresiva y sus bellas siluetas coloquiales para dar calor» a la palabra poética. Elegías muertas de hambre, dedicado a la UNICEF, Ojos que no ven y Hacia la libertad recogen los versos que escribe y publica en los últimos años de su vida. A los tonos sociales, se unen las preocupaciones ecológicas y la denuncia de las secuelas y odios de las guerras. Cercana ya su muerte, acaecida en marzo de 1981, ve la luz A la mar fui por naranjas (1980), antología seleccionada por el propio autor, en cuyo prólogo, Pérez Minik elogia la lealtad lírica que ha mantenido P.G.C., aun en las situaciones políticas más adversas, para lograr «el más libre pero asimismo más riguroso y esforzado trabajo creador».