Desde la perspectiva de su ideología estética, muy pronto se formula que la razón de ser de esta revista es perimetrar el espíritu intemporal de una época: lo moderno es múltiple y diverso y solo desde una óptica ecléctica encuentra una adecuada respuesta crítica y creativa. Este eclecticismo será la justa y neutra respuesta al convulso devenir histórico gracias al que Gaceta de Arte logra captar los movedizos contextos por los que deviene la modernidad. A esta diversidad que mira al caudal artístico europeo responden sus once manifiestos, publicados entre julio de 1932 y abril de 1934; aunque aparecen numerados del 1º al 12º, el 6º no apareció. Estos principios (libertad, universalidad, modernidad), que el grupo surrealista de la revista lleva hasta sus últimas consecuencias, entran en constante tensión con la visión racionalista que Eduardo Westerdahl insufla a muchos de sus artículos sobre arquitectura.
Gaceta de Arte gozó del generoso trabajo de numerosos y valiosos colaboradores, entre los que hay que destacar –tanto por el número de colaboraciones como por la calidad de las mismas– a aquellos que formaron el núcleo surrealista: Agustín Espinosa –que en el número 7 publica el fragmento «Diario entre dos cruces», de Crimen (y esta no será la única entrega)–, Domingo López Torres –cuyo primer artículo sobre el surrealismo aparece en el número 9 bajo el significativo título de «Surrealismo y revolución»; Emeterio Gutiérrez Albelo, que adelantará a partir del número 9 composiciones que luego formarán parte de Romanticismo y cuenta nueva y Enigma del invitado, y Pedro García Cabrera, cuya primera colaboración se encuentra recogida en el número 2 («El hacha y la máscara»). A estos nombres, que integran la facción surrealista de la publicación y que, en gran medida, conforman el núcleo germinal de una profunda ansia de universalidad, hay que añadir sobresalientes aportaciones de intelectuales y artistas europeos cuyo primer valor para universalizar su arte será el de la création; así, en la vertiente crítico-creativa de pintura y escultura pueden destacarse las figuras de Óscar Domínguez, Picasso (a él están dedicados los números 7, de agosto de 1932, y 37, de marzo de 1936), Salvador Dalí, Willi Baumeister, Ángel Ferrant, Eduardo Gregorio, Hans Arp, Paul Klee, Maruja Mallo, Juan Ismael, Norah Borges, Erwin Piscator, Giorgio de Chirico, Juan Gris, Amédée Ozenfant, entre otros; en la vertiente literaria, tanto en creación como en crítica, se distinguen entre otros muchos André Breton, René Char, Paul Éluard, Ramón Feria, José María Luelmo, Domingo Pérez Minik, Guillermo de Torre, Benjamin Péret o José Moreno Villa.
Una de las más distinguidas aristas estéticas de Gaceta de Arte fue su labor editorial. En esta sección de la revista aparecieron en 1933 libros tan importantes en el panorama literario y artístico como Romanticismo y cuenta nueva, de Emeterio Gutiérrez Albelo, y la monografía sobre Ángel Ferrant, de Sebastián Gasch. Este mismo año se anuncia la publicación de cuatro monografías más, sobre Willi Baumeister, Pablo Picasso, Paul Klee y el libro Surrealismo, de Domingo López Torres; solo se publicó la primera, que corrió a cargo de Eduardo Westerdahl. Otros títulos publicados fueron Transparencias fugadas, de Pedro García Cabrera (se anuncia su publicación en el nº. 28, julio de 1934), Crimen, de Agustín Espinosa (anunciado en el nº. 30, octubre de 1934) y Enigma del invitado (1936), también de Gutiérrez Albelo. Por estas fechas se notifica la publicación de Vértice de sombra, de José María de la Rosa, pero el estallido militar impidió que este poemario surrealista viera la luz. Como puede apreciarse por la orientación de este conjunto de publicaciones, la veta surrealista fue la de mayor calado en esta revista que dejó de lado una historia y cultura insulares encorsetadas en patrones estéticos decimonónicos.
Otra de esas aristas la constituye la labor que Gaceta de Arte desarrolló en la organización de actos de valor tan trascedente como la Exposición de Óscar Domínguez en Santa Cruz de Tenerife (del 4 al 15 de mayo de 1933) y, muy especialmente, la parada que la Exposición de Arte Surrealista (del 11 al 21 de mayo de 1935) tuvo en la capital tinerfeña (anunciada en el nº. 33 de febrero de 1935; los números 33 y 35, de ese mismo año, están dedicados íntegramente al surrealismo). Este hito contó con el apadrinamiento y visita de André Breton, Jacqueline Breton y Benjamin Péret, y en su cristalización tuvieron un papel capital tanto el propio Óscar Domínguez como el grupo surrealista; uno de sus momentos estelares fue la polémica proyección, en este mismo momento, de L’age d’or. La propia revista recogió los avatares de esta aventura cinematográfica (nº. 35, octubre de 1935, «El caso del film surrealista La edad de oro en Tenerife»). La Prensa y La Tarde también se harán eco de todas las circunstancias ligadas a estos actos. En junio de 1936, también con la colaboración de Gaceta de Arte junto al grupo ADLAN, en el Círculo de Bellas Artes se produce la «Exposición de arte contemporáneo». En esta línea, hemos de destacar las relaciones que la redacción de la revista entabló con revistas y grupos de fuera de las islas como, por ejemplo, con los arquitectos de G.A.T.E.P.A.C. barcelonés o con el ya citado ADLAN.
Gaceta de Arte fue una publicación que, también, estuvo atenta a la última hora de la poesía española y de las revistas de nuevo cuño; de estas últimas, dará cumplida noticia de Octubre, Cruz y Raya o Los Cuatro Vientos. Con relación a la poesía, prueba de esta mirada vigilante fueron las referencias críticas dedicadas a la Antología, de Gerardo Diego, y a La voz a ti debida, de Pedro Salinas, entre otras referencias.
Con el estallido de la Guerra Civil se truncó el proyecto universal de Gaceta de Arte, cuyo legado, aún hoy, sigue siendo objeto de consideraciones históricas y críticas.