Gaceta de Arte

Por José Manuel Martín Fumero

Gaceta de Arte se erige como el culmen de una serie de proyectos de revistas que apuntan a horizontes de modernidad. Este camino se inician con la modernista Castalia (1917), continúa con el heterogéneo semanario Hespérides (1926-1929) y, hasta llegar al momento cumbre que la aperturista y ecléctica Gaceta de Arte constituye, tiene dos momentos de ingente intensidad crítica y creativa en La Rosa de los Vientos (1927-1928) y Cartones (1930). Sin duda, Gaceta de Arte es una de las más sobresalientes revistas artísticas de la Literatura Española del siglo XX, tanto por su alto nivel intelectual como por la enriquecedora y múltiple disparidad de campos que abarca.

Con una tirada que llegó a los 600 ejemplares, Gaceta de Arte –subtitulada como «expresión contemporánea de la sección de Literatura del Círculo de Bellas Artes»– sale a la luz por primera vez en el mes de febrero de 1932. Se edita de manera continuada hasta octubre de 1935 (número 36); los dos últimos números –el 37, dedicado íntegramente a la figura de Picasso y en el que la revista aparece tildada como «trimestral», y el 38- se publican, ya con un formato diferente, en marzo y junio de 1936 respectivamente. Esta vinculación con la sección de Literatura del Círculo de Bellas Artes de Tenerife, que aparece, también, en los artículos publicados en periódicos culturalmente afines como La Tarde y La Prensa bajo el genérico epígrafe de «Expresión de Gaceta de Arte» (así, por ejemplo, los que publica Domingo López Torres), se perderá a partir del número 14, en abril de 1933, pues su denominación será a partir de aquí «revista internacional de cultura». La cultura europea será siempre su referente primero; prueba de estas intenciones es el número 3, dedicado íntegramente a la figura de Goethe (abril, 1932).

El título de la revista –Gaceta de Arte– obedece, por un lado, a la extensión material (que solo se rompe en los dos últimos números) de la revista –una «Gaceta» tiene cuatro páginas–, y, por otro lado, a su pluralidad de intereses y formas de asediar lo nuevo dentro de la beligerante modernidad de los años 30. Su primera aspiración será la de conectar las islas con la cultura occidental con una mirada «llena de luz intelectualista de la época» («Posición», nº. 1, febrero de 1932, p. 1); así, la revista albergó muestras del arte contemporáneo tan dispares como el surrealismo (la más importante, sin duda), el postexpresionismo, el arte social, el constructivismo o la arquitectura racional. Quien tuvo la iniciativa de crear este punto de encuentro tras su viaje por el viejo continente fue Eduardo Westerdahl, que desde un principio contó con el apoyo de Domingo Pérez Minik, Agustín Espinosa, Domingo López Torres, Pedro García Cabrera –secretario de la publicación hasta 1935-, Emeterio Gutiérrez Albelo, Óscar Pestana Ramos, Francisco Aguilar y José Arozena.

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